En el Amor

Pastores, los que fueres
allá por las majadas al otero,
si por ventura vieres
aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.
Buscando mis amores
iré por esos montes y riberas;
no cogeré las flores,
ni temeré a las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras…
allá por las majadas al otero,
si por ventura vieres
aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.
Buscando mis amores
iré por esos montes y riberas;
no cogeré las flores,
ni temeré a las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras…
…¡Ay!, ¿quién podrá sanarme?
Acaba de entregarte ya de veras;
no quieras enviarme
de hoy más mensajero
que no saben decirme lo que quiero.
Acaba de entregarte ya de veras;
no quieras enviarme
de hoy más mensajero
que no saben decirme lo que quiero.
Poemas de San Juan de la Cruz
Poema
escrito probablemente alrededor de 1577 donde señalan más que cualquier otra
cosa el amor en el que se encuentra prendido S. Juan de la Cruz. Poco más o
menos vamos por la vida así, anhelando, deseando por un Amor que no excluya,
que no mienta, que no engañe, que colme las ansias de eternidad con las que
vamos por la vida.
Yo
lo encontré por ventura en mi juventud y sus palabras fueron el más delicioso
bálsamo para mi alma, el néctar que me embriagó hasta decirle sí, hasta donde
tú quieras; pero qué difícil de mantenerme en comunicación con él. Mi pobreza
es mucha.
Dice
en una de sus cartas de las Obras espirituales en la p. 575:
“¿Hasta
cuándo hija, ha de andar en brazos ajenos?
Ya
deseo verla con una gran desnudez de espíritu,
y tan fin arrimo de criaturas,
que
todo el infierno no baste a turbarla.
¿Qué
lágrimas tan impertinentes son éstas que derrama estos días?
¿Cuánto
tiempo bueno piensa,
que
ha perdido con éstos escrúpulos?
Si
desea comunicar conmigo sus trabajos,
váyase
a aquel espejo sin mancilla del Eterno Padre,
que
es su Hijo, que allí miro yo su alma cada día;
y
sin duda saldrá consolada
y
no tendrá necesidad de mendigar a puertas de gente pobre.
Queda
nuestra soledad tan profunda ocasionando que vayamos derramando lágrimas por
las pequeñeces que no recibimos.
Dice
en una de sus cartas que ve en el Hijo del Padre la fuente que nos consuela. Y las
personas quienes jamás nos consolarán, buscando cubrir su resplandor propio con
harapos y bagatelas, no se necesitan para el gran valor que tenemos.
Sí,
mendigando a puertas de gente pobre, pidiendo lo que ya llevo en mi corazón. No
puede ser tal nuestro desvarío y quedarnos esperando esas palabras alguna vez
escuchadas hasta el fondo de nosotros mismos, que nos estremeció y movió hasta
la última fibra de nuestro ser. Creo que será la forma más genuina de
enamorarnos.
Sólo
entonces todo lo demás pasa a segundo plano
Estamos
como suele decirse: “no eres tú, soy yo…” quien rompe el lazo, quien lo forza,
quien se aleja y se dispersa, quien olvida, quien se enfría.
Mi
certeza: te las ingenias para volver a atraerme, para que regrese el alma, para
que la vida vuelva a nutrir y fortalecer.
Gracias
por este tiempo.
Victoria
Cruz, S. J. (1774). EBOOK-FREE.
(P. Ibañez,
Editor) Recuperado el 01 de Marzo de 2018, de
https://books.google.com.mx/books?id=i9ivrL4y3uEC&pg=PA575&lpg=PA575&dq=mendigando+a+puertas+de+gente+pobre&source=bl&ots=900EWjMK6M&sig=A9pA8WAEtPl-gKZA3pOT0IDONf0&hl=es-419&sa=X&ved=0ahUKEwj0zMmZuMvZAhUDL6wKHRDEDQwQ6AEINjAF#v=onepage&q=mendigando%20a%20
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